¿De qué va el ser profesor?
Aprovechemos
el momento y el espacio, hablemos usted y yo sobre lo que significa ser
maestro. Soy Jesús Antonio Álvarez Pimentel, profesor de educación primaria con
escasos cuatro años de servicio, quizás suene pretenciosos mis comentarios
sobre esta profesión a la que tantas personas han consagrado su vida entera sin
embargo; estarán de acuerdo conmigo que
quien ha decidido incursionar en la docencia deja todo su amor en ello y digo
amor así sin ruborizarme, pues creo firmemente que la labor del docente
emparenta con la paternidad y esta o es amor o no es nada.
Cuando
Hablamos del ser maestro forzosamente habremos de ubicarnos en el ejemplo de Latapí
Pablo, Aguilar Camín Héctor, Coronel Rafael Et. Al.1993[1],
quien en un apartado de esta obra
realizan una comparación de la labor del maestro con la luna en el hecho de
tener un lado luminoso y un lado oscuro;
en este último está por demás mencionar lo que conforman ese lado oscuro, que
vivimos día a día, que nos pega y cargamos con ello como una pesada losa, que
es la profunda desvalorización de
nuestra profesión, sumémosle a ello que se te culpe de casi todos las
deficiencias del sistema educativo y aparte de que los alumnos tengan bajo
aprovechamiento, o indisciplina para obtener el interés de tus alumnos
competirás con distractores como la televisión o los videojuegos en una lucha
perdida de antemano. No pretendo seguir ondeando en esto por temor a que suene
a una queja cuando la intención es otra.
Revisemos
lo que nos atañe ¿cuál es el lado luminoso de la docencia?, sin temor a
equivocarme considero que es el contacto con los niños y jóvenes y la posición privilegiada desde donde lo
hacemos. Suelo hacer a mis alumnos la
siguiente pregunta ¿para qué vienen a la escuela?, después de un incómodo
silencio y de mi insistencia las respuestas suelen brotar; -para tener un
futuro, -poder salir adelante, continuar la secundaria- y demás respuestas del
dominio público se hacen presente, por supuesto sus razones son muy válidas y
si me preguntan considero que son acertadas, sin embargo ahora es necesario que
reflexionemos entorno a la siguiente pregunta ¿qué esperamos los
maestros y la escuela de nuestros alumnos?, aprender ciencias, lengua o
matemáticas es importante, tener buenas notas es razón de orgullo, posicionarse
tras una prueba estandarizada es motivante, pero nada de eso es tan importante
como el hecho de ser cada día mejores
personas, los maestros y la escuela
tienen la aspiración de formar seres íntegros, ayudarles a encontrarse, afirmar
paulatinamente su carácter, a descubrir sus emociones y porque no a superar sus
temores y angustias. Me enorgullezco de ser un testigo privilegiado del crecimiento
físico e intelectual de mis alumnos.
Tengamos
claro que
los chicos no son costales a llenar a rebosar sin un fin determinado de
ciencias, lengua, geografía , historia o matemáticas, son seres que deciden,
que piensan que aman, que sufren, debemos enseñarle pues a decidir, pensar,
amar y sufrir, no estamos aquí para formar sabios sino para formar hombres y
mujeres íntegros, el título de hombre o mujer es el más importante en la
carrera de la vida y sin él los otros títulos representan un serio peligro
Desde esta perspectiva concuerdo con el maestro Latapí en que
la luna de la docencia:
“Es decididamente
luminosa y bella”.
[1]
Latapí Pablo, Aguilar Camín
Héctor, Coronel Rafael Et. Al. “ Diez para los
maestros”, Sindicato Nacional Para los
Trabajadores de la Educación, MÉXICO 1993. Pp. 45-48
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